La covid se transformará en un resfriado en menos de 10 años
Madrid, 15 de enero de 2021 (Agencias).- El mundo acaba de entrar en una nueva fase de la pandemia con el inicio de la vacunación
masiva, de la que depende buena parte de lo que suceda en los próximos años con el nuevo
coronavirus. La mayoría de expertos piensa que el SARS-CoV-2 no desaparecerá nunca, pero
esto no tiene por qué ser algo malo. Cuando la mayoría de la población esté vacunada, el
patógeno comenzará a atenuarse, y producirá una infección asintomática para los adultos y
solo un leve catarro en niños, según un estudio recién publicado en Science.
Sus autores basan esta afirmación en un modelo matemático que reproduce la propagación
del virus. Otros expertos independientes especialistas en evolución viral e inmunología
respaldan sus conclusiones.
“Nuestro modelo sugiere que esta transformación tardará entre uno y 10 años”, explica a este
diario Jennie Lavine, investigadora de la Universidad Emory (Estados Unidos) y primera
autora del estudio.
El plazo exacto dependerá de lo rápido que se propague el virus y de la velocidad de
vacunación, explica. También influye un factor más complejo: durante cuánto tiempo alguien
es inmune a la covid grave después de haberse infectado o haber recibido la vacuna. “Lo ideal
es que la capacidad de bloquear la enfermedad sea duradera, pero que la capacidad de
transmisión sea más corta”, detalla Lavine. Hay un último factor: ¿Cuántas infecciones o
dosis de vacuna serán necesarias para generar una inmunidad fuerte?
Esta transición marcará el paso de un virus pandémico a otro endémico, es decir, que
siempre estará presente y podrá causar brotes puntuales sin mucha virulencia.
Los científicos asumen que el SARS-CoV-2 es más parecido a los cuatro coronavirus del
catarro ya conocidos que a los dos coronavirus más virulentos, el SARS de 2001 y el MERS de
2012. Si esto es así, cuando la mayoría de la población esté vacunada, el virus no podrá seguir
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causando enfermedad grave, pues las vacunas lo impiden. Está por ver si las inyecciones
también evitan la transmisión del virus, algo menos probable. De esta forma, los únicos que
seguirán siendo vírgenes ante el virus serán los niños que vayan naciendo, pero en ellos solo
se producirían síntomas leves parecidos a un resfriado. Es lo que sucede ya con los cuatro
coronavirus estacionales conocidos.
Los autores del trabajo calculan que esta transición puede suceder “en unos años o a lo sumo en
unas pocas décadas”
Basados en lo que se sabe del resto de los coronavirus del catarro, los investigadores calculan
que la primera infección en niños sucederá entre los tres y cinco años. Los chavales podrán
reinfectarse en años sucesivos, pero los síntomas serían cada vez más leves o inexistentes.
“Estos resultados refuerzan la importancia de seguir con las medidas de aislamiento hasta
que las campañas de vacunación durante esta fase pandémica hayan concluido. Es posible
que sea necesario continuar la vacunación en la fase endémica”, explican los autores del
trabajo.
Una de las claves de este posible futuro está en cuánto dura la inmunidad tras una infección o
tras la vacunación. Los autores creen que ambas protegen de la enfermedad grave, pero es
posible que no de una reinfección leve —la presencia del virus en el organismo y su posible
transmisión—. Esa presencia del virus reforzaría las defensas, con lo que la inmunidad
acabaría siendo mayor de cara a sucesivas entradas del patógeno.
La aparición de variantes más contagiosas, como la del Reino Unido, puede mejorar las
cosas, según Lavine. Una variante que se extienda más rápido pero no sea más letal bajará la
mortalidad. Además reforzaría la inmunidad de la gente, pues un infección asintomática
fortalecería las defensas. Y por último mantendría nuestro sistema inmune “actualizado” ante
las variantes más recientes del virus. Todo esto podría derrumbarse si aparece una variante
que cause una enfermedad más grave, lo que supondría un mayor riesgo para todos los no
vacunados. Lavine explica que, basándose en los cuatro coronavirus del catarro, no hay
evidencias de que esto pueda pasar. “No es imposible, pero no tenemos ninguna prueba para
pensar que es probable”, detalla.
“Lo más razonable es que en esta década este virus se vuelva endémico y produzca solo picos
estacionales en invierno”, explica a este diario Mark Lipsitch, epidemiólogo de la Universidad
de Harvard. En mayo de 2020, su equipo calculó que seguirá habiendo picos de infección por
este coronavirus por lo menos hasta 2024. El investigador razona su opinión. “El impacto en
la salud pública de este virus bajará radicalmente cuando se cumpla una de dos condiciones.
La primera es que, como dice este estudio, la inmunidad ante la covid grave sea duradera y
que además sea reforzada a través de reinfecciones leves, porque no hay una inmunidad
total. La segunda es que haya una cobertura de la vacuna en las personas de más riesgo, de
forma que la mortalidad se reduzca muchísimo. Creo que es probable que lo primero suceda
en todo el mundo. Los países desarrollados habrán cubierto la vacunación en seis meses o un
año y el resto de países un tiempo después”, explica.
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En cualquier caso el trabajo se basa en otra asunción razonable, pero no probada. El SARSCoV-
2 no es el mismo que sus cuatro parientes del catarro y no se sabe cuánto tiempo dura la
inmunidad ante la enfermedad grave que produce. “Aunque es pura especulación, es posible
que las personas mayores no mantengan la inmunidad ante el SARS-CoV-2 de una forma tan
efectiva como con los virus del catarro”, apunta Lipsitch.
El equipo de Cristina Calvo, jefa de Pediatría del hospital La Paz, en Madrid, ha estudiado las
infecciones por coronavirus catarrales en niños durante los últimos 14 años. “Los virus o se
adaptan y se hacen leves o desaparecen porque se quedan sin huéspedes”, explica. “Lo lógico
es que vaya perdiendo patogenicidad y letalidad”, añade.
El virus no desaparecerá porque siempre podrá encontrar refugio en algunas personas o en
animales
“Este virus es prácticamente imposible de erradicar”, explica Toni Trilla, epidemiólogo del
hospital Clínic de Barcelona. “Estoy de acuerdo en que en el futuro, este virus se va a parecer
más a los coronavirus del catarro que al SARS y al MERS”, añade.
El virus no desaparecerá porque siempre podrá encontrar refugio en algunas personas o en
animales. Es algo similar a lo que ya sucede con la gripe, cuyo reservorio son las aves salvajes
acuáticas y que cada invierno vuelve lo suficientemente cambiado como para que haga falta
una vacuna nueva. En ocasiones la gripe es estacional y poco grave y en otras puede ser una
variante pandémica, como la que mató a 50 millones de personas en 1918 y 1919.
Este coronavirus ya ha demostrado poder saltar de humanos a mascotas y animales de
granja, como los visones, y recientemente se han detectado dos gorilas del zoo de San Diego
infectados por algún visitante, recuerda María Montoya, jefa de Inmunología Viral del Centro
de Investigaciones Biológicas Margarita Salas. Además, la vacuna no protege al 100%, así que
el coronavirus siempre podrá encontrar grietas por las que colarse. “Si hay fallos en la
vacunación o si se retrasa demasiado la segunda dosis, o si no se llega a dar esa segunda
dosis, la protección no es óptima, con lo que la persona infectada puede no sufrir
enfermedad, pero sí albergar el virus”, explica.
Otro posible reservorio son las personas inmunodeprimidas, con unas defensas debilitadas y
en las que, tal y como apuntan estudios recientes, el virus puede mutar y ganar cierta
resistencia a algunos anticuerpos, las proteínas del sistema inmune que en teoría le impiden
entrar en las células para infectar. “Es como cuando la gente que no se toma los antibióticos
durante los días prescritos y para a mitad; está seleccionando los patógenos que sobreviven y
que pueden volverse más resistentes a los tratamientos o las vacunas”, detalla Montoya.
Otro aspecto muy difícil de predecir es la evolución de este virus. El SARS-CoV-2 muta
menos que la gripe. Esto significa que acumula menos cambios en su genoma cada vez que
este se copia dentro de una célula. Pero hay que tener en cuenta que un solo virus puede
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producir decenas de miles de copias de sí mismo usando una sola célula humana. Y los
humanos tenemos billones de células.
A esos números hay que sumar el número de infectados en todo el mundo, más de 90
millones confirmados, aunque probablemente sean más. Así que aunque mute poco tiene
millones de oportunidades para hacerlo en cada persona infectada.
Hasta ahora, el virus ha evolucionado de forma natural: apenas ha habido tratamientos ni
vacunas efectivas contra él. Es ahora cuando empieza una segunda fase de su evolución
caracterizada por la presión a la que le someterán las vacunas. “Las variantes con mutaciones
potencialmente peligrosas como las que se han detectado en el Reino Unido o Suráfrica van a
ser mucho más numerosas en cuanto la vacunación coja velocidad y llegue cada vez a más
gente. El virus mutará para intentar escapar al sistema inmune de los vacunados y
aparecerán muchas más variantes más complejas. Si el virus llega a cambiar demasiado es
posible que haya que modificar las vacunas actuales”, advierte Montoya.
Lo observado hasta el momento permite ser moderadamente optimistas. Un estudio reciente
ha demostrado que la vacuna de BioNTech puede neutralizar la variante británica. La clave
está en que la vacuna genera anticuerpos y células de memoria para muchas partes diferentes
de la proteína de la espícula, esa protuberancia en la superficie del coronavirus que le sirve
para unirse a las células humanas, entrar en ellas y secuestrar su maquinaria biológica para
reproducirse. Aunque cambien —muten— una o varias piezas en esa proteína, el sistema
inmune seguirá reconociendo al resto y podrá neutralizar al virus.
Otro punto de incertidumbre es que este coronavirus es más similar genéticamente a los
virulentos SARS y MERS que a los del catarro. “Los coronavirus altamente patogénicos se
diferencian de los leves en que tienen un mayor número de genes accesorios”, explica Isabel
Sola, viróloga del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC).” Estos genes suelen contribuir a
aumentar la virulencia, porque inhiben la respuesta inmune innata, la primera línea de
defensa que prepara y promueve la respuesta inmune adaptativa, con anticuerpos, y
linfocitos T. Es posible que mientras esos genes sigan en el virus sea más complicado que se
convierta en un virus que causa infecciones leves”, advierte.
Es probable que los humanos estemos asistiendo ya al nacimiento de un virus nuevo que
nunca se marchará, pero que será infinitamente más llevadero. “Aún es imposible saber el
destino final de este coronavirus, pero es razonable sugerir que se unirá a los cuatro
coronavirus endémicos que nos causan resfriados todos los años”, opina Miguel Hernán,
epidemiólogo de Harvard (EE UU) y asesor científico del Gobierno. “De hecho, es posible que
esos coronavirus endémicos también fueran responsables de pestes o plagas de la
antigüedad. Epidemias mortales entonces y catarros incómodos ahora. Si la endemicidad es
el resultado final para generaciones posteriores, cuanto antes consigamos vacunar a todos los
adultos, más vidas salvaremos en esta generación”, añade.