El cráter de Chicxulub ayuda a descifrar cómo fue la extinción de los dinosaurios

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-Los dinosaurios “se achicharraron y luego se congelaron”, aunque “no todos murieron ese día”

-La explosión por el impacto tuvo una potencia equivalente a diez mil millones de bombas atómicas como la de Hiroshima

Mérida, Yucatán, 11 de septiembre de 2019 (Agencias).- En un nuevo estudio realizado por la universidad de Texas, se revela que lo que mató a los dinosaurios hace 65 millones de años, después de la caída de un gigantesco meteorito sobre lo que hoy es la Península de Yucatán, fue el azufre vaporizado por el impacto.

Hace 65 millones de años, una enorme roca de diez kilómetros impactó contra la Tierra y desencadenó la quinta extinción masiva. Ese día, el último de los dinosaurios y el primero de una nueva era dominada por los mamíferos (y por el hombre), ha sido reconstruido en un estudio que se publicó en la revista Pnas.

La investigación, liderada por científicos del Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas (Estados Unidos), se basa en el análisis de las muestras de rocas extraídas de la “zona cero” del impacto, el cráter de Chicxulub, localizado en la Península de Yucatán. El nombre del cráter se debe que la huella que dejó el impacto está sobre una localidad maya-yucateca con ese nombre.

El estudio, en el que participaron investigadores del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), reconstruye los procesos geológicos, químicos y biológicos generados por el impacto del asteroide que cayó sobre la Tierra con una potencia equivalente a diez mil millones de bombas atómicas como la de Hiroshima.

CRONOLOGÍA DEL ÚLTIMO DÍA DE LOS DINOSAURIOS

En un primer momento, la explosión quemó la vegetación que había en varios miles de kilómetros a la redonda y desencadenó un tsunami gigante que arrastró sedimentos hasta el interior de Norteamérica. Lo peor vino después.

El impacto liberó tanto azufre a la atmósfera que bloqueó la luz solar y causó un enfriamiento global que acabó con los dinosaurios y con el 75 por ciento de las formas de vida del planeta.

Fue un infierno local de corta duración, seguido de un largo periodo de enfriamiento global: los dinosaurios “se achicharraron y luego se congelaron”, aunque “no todos murieron ese día”, resume Sean Gulick, profesor de investigación en el Instituto de Geofísica de la Universidad de Texas y autor principal del estudio.

Los análisis indican que la mayor parte del material que rellenó el cráter en las horas posteriores al impacto se originó en el mismo lugar del impacto.

En un solo día se depositaron unos 130 metros de material, una tasa de acumulación vertiginosa que se encuentra entre las más altas jamás encontradas en el registro geológico y que permitió reconstruir los sucesos que tuvieron lugar dentro y fuera del cráter desde el momento del impacto hasta varias horas después.

Jens Ormö, investigador del Centro de Astrobiología y coautor del estudio, analizó las muestras para tratar de determinar cómo había sido transportado y depositado el material acumulado en el lugar del impacto -y a veces también su procedencia.

“Los sedimentos revelan enormes energías de transporte que son mucho más grandes que cualquier otra inundación catastrófica conocida en el planeta. El agua densa y llena de escombros se movía con velocidades que equivalían a la velocidad del viento de los huracanes”, detalla Ormö.

AZUFRE, EL VERDADERO ASESINO

Quizá el hallazgo más importante de la investigación está relacionado con el azufre, el elemento químico que originó el enfriamiento global y el cambio climático que causó la extinción masiva; “el verdadero asesino“, según Gulick.

Los análisis de las muestras de roca desvelan que el impacto del asteroide vaporizó, al menos, 325,000 millones de toneladas métricas de minerales ricos en azufre presentes en el lugar del impacto. La suma era suficiente para hacer que la luz solar se volviera opaca y provocar un drástico enfriamiento en toda la Tierra.

La cantidad de azufre que se liberó ese día a la atmósfera es unas 10,000 veces superior a la que expulsó el volcán indonesio de Krakatoa en 1883. En ese momento provocó un descenso promedio de 2.2 grados en la temperatura global durante cinco años.

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